
Otro ensayo...
No resulta del todo nuevo que dentro de las manifestaciones artísticas se presente una inquietud por conocer y comprender al otro. En Anna y el Rey (1999) se arma una trama y se recrea un momento de la historia tailandesa (con algunas licencias), con la finalidad de llevar al espectador a presenciar lo que podría y posiblemente ha sucedido cuando dos mundos distintos, pues no me atrevo a decir opuestos, se encuentran, se enfrentan y finalmente se complementan. Con la finalidad de profundizar en el análisis de esta película propongo tres áreas de enfoque: la política, la religiosa y una en la que se expanda la idea del encuentro de dos culturas diferentes.
En el primer rubro, la historia basada en los diarios de Anna Leonowens nos muestra una monarquía absoluta en la que la palabra del Rey era incuestionable y a pesar de escuchar los consejos de aquellos que se encontraban más allegados a él, siempre era su voluntad la que imperaba. El clima en el que se desarrolla la película es uno de inestabilidad e incertidumbre, por un lado se observan presiones regionales por parte de Myanmar y una supuesta invasión que se había ido gestando desde hacía algún tiempo y por otro lado, presiones provenientes de los ingleses quienes al parecer apoyaban las movilizaciones de los Burmeses y también, buscaban atacar al gobierno mediante enviados diplomáticos o comerciantes que veían una tiranía en el régimen del Rey Mongkut.
Es cierto que tanto el Rey como sus allegados estaban concientes de la verticalidad de la cadena de mando y de la incuestionabilidad de las decisiones del monarca; sin embargo me atrevo a decir que no lo hacían sólo por creerlo de origen divino o por el rango que poseía; además del temor que sentían por Mongkut y del aura mística que le rodeaba, existía una mezcla entre respeto fundado en su capacidad como administrador y estratega, y admiración basada en la inteligencia y sagacidad con la que contaba. La figura del rey encarnada por Yun-Fat Chow (a quien también vimos en La maldición de la flor dorada (2006)) es claramente superior a cualquier otra dentro de la trama y se convierte en soporte tanto de la historia que se cuenta como del sistema de gobierno que se está retratando.
Cambiando a la esfera religiosa, Anna y el Rey está impregnada de simbolismos y alusiones a algunas de las diferencias que existen entre el budismo y el cristianismo. Las distinciones entre una religión y otra se encuentran en momentos precisos de la película como cuando Anna está platicando con el Rey y hace comentarios como “La vida es hermosa, especialmente si eres cristiano y sólo tienes una” o cuando el Rey está a punto de enfrentarse al General Alak y al despedirse de Anna le dice que “si su religión es correcta, Dios creó al mundo en siete días, entonces un hombre podría volar un puente”. Como se observa, se ilustran las diferencias con algunos toques cómicos, pero se hace notar una concepción de la vida distinta por parte de los personajes principales y es claro que la religión juega un papel esencial en esto.
En lo referente al budismo como tal, también se encuentran momentos en los que es posible apreciar algunos de sus elementos esenciales. Me gustaría mencionar dos escenas en especial: la muerte de la princesa Fa-Ying y la ejecución de Tuptim y su amante. En el primer caso los funcionarios del palacio comienzan por asegurarse que nadie esté llorando pues se cree que de demostrar la tristeza, el alma partirá llena de dolor, posteriormente se observa a los herederos cantando en compañía de los monjes y finalmente, al morir la princesa, la familia real realiza un ritual funerario en el agua, mismo que a la fecha se sigue practicando. La ejecución de Tuptim es todavía más clara en cuanto al contenido religioso, pues todo el ritual está impregnado de símbolos, comenzando por el aspecto de monjes budistas que tienen los condenados, hasta las flores que les colocan en las manos antes de cortar sus cabezas. Al mismo tiempo, se observa como el Rey medita ante un buda y Anna hace lo propio frente a un altar católico, demostrando que sin importar el linaje o la deidad que se venera, la religión ofrece orden en los momentos de anomia.
Finalmente, en lo referente al encuentro entre culturas distintas, se observa un claro proceso de acercamiento a lo largo de la película. En un principio cuando Anna conoce al Rey, ésta se niega a tocar el piso con la frente pues considera que puede ser cortés sin recurrir a ese tipo de prácticas, de igual manera se mantiene de pie al hablar con el Rey obteniendo la desaprobación del resto de las personas que se encontraban en la habitación y posteriormente, cuestiona las decisiones tomadas por el monarca. Este primer acercamiento no resulta demasiado exitoso y deja ver el desconocimiento que cada uno de los personajes tiene de la cultura de su interlocutor. Conforme la trama se desarrolla el Rey comienza a ceder a algunas de las prácticas occidentales de la profesora y ésta también procura respetar las tradiciones y costumbres de Siam.
El punto culminante de esta mezcla de culturas se observa durante la cena que ofrece el Rey para los diplomáticos y comerciantes ingleses. En ella se permite que los criados estén de pie ante la presencia de su Rey, los príncipes y princesas herederos cantan una canción en inglés, e incluso se baila un vals al estilo de occidente, el cual es encabezado por Anna y por el Rey. Al mismo tiempo se mantienen las jerarquías bastante claras, la comida que se sirve es la del lugar y los diversos actos protocolarios y de etiqueta, se hacen siguiendo la usanza de Siam.
Por último, cuando la película está por terminar y el Rey se enfrenta al general Alak se observa, más que un momento de convivencia armónica entra ambas culturas, una integración entre oriente y occidente que culmina en que las órdenes del Rey sean pasadas por alto; esto porque su hijo mayor guiado por Anna coordina una treta defensiva, haciendo creer que los británicos están junto con el Rey y se enfrentarán al ejército rebelde. Este gesto simple me resulta bastante interesante pues en vez de verse como un acto de desobediencia, la influencia del personaje de Jodie Foster logra que el Rey vea la decisión de su hijo como adecuada e incluso reconozca su iniciativa a pesar de estar evidentemente opuesta a lo que él había ordenado. Por otro lado, Anna se da cuenta que no ha seguido las indicaciones del Rey y que se encuentra en problemas, pero logra librarse de éstos pues como ya se había dicho, el hijo primogénito decide asumir la responsabilidad de los hechos.
A grandes rasgos, este es el panorama político, religioso y cultural que se presenta en Anna y el Rey, es claro que las tres esferas están fuertemente relacionadas, sin embargo considero relevante marcar una distinción entre éstas y analizarlas con una mayor profundidad. Seguramente la extrañeza que genera el otro seguirá siendo una constante tanto en el cine como en la dinámica social, y siempre será posible encontrar puntos de convergencia y divergencia en los distintos niveles de análisis. Lo relevante es ser capaz de encontrarlos y emplearlos de forma que lo distinto no sea sinónimo de conflicto.

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